Que si bellotas, que si pastos, que si piensos… ¿Qué tiene que comer un cerdo para lucir un jamón ibérico de bellota de calidad? Oinc Tercero, nuestro lampiño más famoso te lo explica.
¡Amigos! Soy Oink Tercero, os acordáis de mí, ¿no? En verano he estado un poco desaparecido porque me he ido a la playa con los colegas a lucir cuerpo ibérico, pero ya estamos de vuelta. Octubre ha llegado y es cuando empieza nuestra etapa preferida del año: la montanera.
Aprovechando que la dehesa luce como nunca, voy a contaros cuál es nuestro menú diario en este paraíso, porque la gente no para de preguntármelo… Que si comemos sólo bellotas, que si las mezclamos con piensos, que si…, ¡vaya lío! Pero para que de mí y de mis compis lampiños salga un jamón ibérico de bellota de quitar el ‘sentío’, sólo hay una alimentación posible, y es totalmente ‘gourmet’. Una alimentación y ‘lifestyle’, por cierto, que es lo que marca la diferencia entre nosotros, los auténticos ibéricos de bellota, y los demás. Que no es por hacer de menos a mis parientes lejanos, pero oye, las cosas como son.
Ya bien sabes -porque te lo he contado-, que mi hogar, dulce hogar, es el Campo de Argañán, soy salmantino de pura cepa. Dicen que de notrosos, los cerditos, gustan hasta los andares, pero ojo, que yo pienso lo mismo de la dehesa, ¡qué maravilla de lugar!
Es inmensa, repleta de encinas y alcornoques de las que caen mi fruto de la pasión, que no es la banana ni mucho menos, ¡es la bellota! Aquí pasamos nuestra infancia, nuestra adolescencia…, en definitiva, toda la vida. Cuando somos pequeños, estamos más controlados por si la liamos, y nuestros cuidadores están más pendientes de las horas de las comidas. Durante esta etapa de crecimiento, entre ratos de juegos, diversión y travesuras, yo, particularmente, siempre esperaba – que ya soy mayor- la hora del reparto del pienso con todas mis ganas. Sí, ¡soy un glotón!, pero es que esta paletilla ibérica no sale de la nada… 😉
Y digo pienso porque, aunque estemos al aire libre desde bebés disfrutando del campo y de su libertad, bellotas, por desgracia, no siempre hay. Es imposible. Date cuenta que es un fruto y, como tal, tiene su momento. Vamos, que, por hacer un símil, si la sandía es de junio a septiembre, la bellota es de octubre a febrero aproximadamente.
La bellota: mi comida preferida.
Pero eso sí, por muy de calidad que sea el pienso, como indicaba al principio, en octubre con la montanera, empieza nuestro gran festín. Venga bellotas, venga hierbas aromáticas de vez en cuando para refrescarnos, venga bulbos y raíces… Y que no se crucen en nuestro camino caracoles e insectos, que también van para dentro, ¡todo nos viene bien!
Lo que peor llevo son las caminatas que tengo que recorrer de una zona a otra de la dehesa para buscar las bellotas, menos mal que normalmente voy con algún otro amigo lampiño. Ah, ¿y sabes qué? Las bellotas de las encinas son mis favoritas porque son más dulces, y hasta que no se acaban no voy a por las de los alcornoques. Pero es algo que nos pasa a todos, así que te puedes imaginar que alguna discusión tenemos…
Por lo que he escuchado, precisamente, este no parar de un lado a otro es lo que hace que nuestro jamón ibérico de bellota sea inigualable y se distinga de los más regulares. Y quien dice jamón ibérico de bellota, dice chorizo ibérico de bellota, salchichón ibérico de bellota, lomo ibérico de bellota…
Al parecer, cuando nos movemos, debido al esfuerzo físico que realizamos, nuestro engorde es como dirían nuestros parientes de jabugo, un poquito ‘slow’ y la grasa se infiltra más y mejor, dando pie a que nuestra carne morena sea más jugosa y de excepcional sabor. Vamos, que somos pura raza ibérica y nosotros tan contentos, porque eso se nota.
Los que no sé si están tan contentos son José y Javier, nuestros ‘tutores’, porque por lo que se rumorea…, salimos algo caros. Cada uno de nosotros comemos entre 7 y 12 kilos de bellotas al día, y en cuestión de tres meses alcanzamos los 100 kilos, a pesar de estar en continuo movimiento. Pero no es para menos. ¿Quién se va a resistir a esas bellotas ricas en hidratos de carbono, almidón y azúcares, con cualidades aromáticas y claros beneficios cardiosaludables? ¡Yo no! Además, que es la manera de que mi jamón ibérico de bellota consiga ese particular veteado que le hace tan espectacular.
¿Y qué comen mis primos lejanos cebo y cebo de campo?
Por todo esto que cuento, los lampiños, aunque tenemos un desarrollo lento y a veces nos miran mal por ello, somos únicos… ¡porque nosotros lo valemos!
Aunque ahora lo que toca es explicar a qué se debe que seamos únicos, ¿verdad? Vamos a ello. Yo y mis primos lejanos, cebo y cebo de campo, somos diferentes por fuera, que se ve rápido, pero también lo somos por dentro. Es algo así como: dime qué comes y te diré cómo sabes…
El primo cebo de campo es ibérico, como un servidor, y también se cría en libertad con ‘barra libre’ de los recursos alimentarios de la dehesa donde vive. Sin embargo, come básicamente pastos y piensos especiales derivados de cereales y leguminosas, y alguna que otra bellota, pero no las suficientes para que adquieran esa intensidad de sabor que tengo yo y de la que da fé mi salchichón ibérico, y las infiltraciones de grasa tan importantes, también son ligeramente inferiores.
Y respecto al primo cebo, es con el que menos trato tengo. Es ibérico, sí, pero al criarse en un cebadero, sólo come piensos, por lo que la intensidad que me da a mí la bellota y que está presente, por ejemplo, en mi lomo ibérico, él no la tiene, y como no sale al campo a pasear, no hace ejercicio y su grasa no se infiltra como debería.
Espero que tras este resumen haya quedado claro qué comemos cada uno y por qué unos estamos más buenos que otros :), pero ahora os tengo que dejar porque adivinad…, ¡es mi hora de comer!