Unas lonchas del mejor pata negra pueden ser tu tabla de salvación cuando te encuentres explorando nuevos mundos.
Interrail. Playa. País exótico. Montaña. O la casa del pueblo.
Da igual tu destino de vacaciones. Lo importante es que nunca te falten unos sobres de ibéricos de bellota en la maleta cuando viajes por lo que pueda pasar.
Índice:
- El jamón sabe a hogar, ¡dulce hogar!
- Un tentempié ibérico nunca viene mal, ¡que el turisteo es muy cansado!
- Irse a la cama sin cenar no mola…
- Es el mejor regalo para tu colega que estudia en el extranjero
- Ante presupuestos ajustados, ¡piscolabis ibéricos!
- Los reencuentros de verano con amigos sin ibéricos no son lo mismo
- Que el turismo gastronómico está guay, pero tener un plan B es importante
Unas lonchas de un pata negra o del mejor lomo ibérico pueden ser tu tabla de salvación en situaciones como éstas.
1. El jamón sabe a hogar, ¡dulce hogar!
Todos tenemos grabada en la memoria la imagen del jamón y del embutido envuelto en papel de periódico en el equipaje de los que -por la razón que fuese- tenían que salir de España. Y es que son productos muy nuestros, muy de nuestro país, y degustándolos hace que nos sintamos en casa aunque, en realidad, estemos a miles de kilómetros de distancia.
Por mucho que las vacaciones sean viajes de placer y descanso, seguro que conoces a alguien -porque nosotros sí- que te ha comentado en alguna ocasión que, al final, los 10 ó 15 días que ha estado fuera se le han terminado haciendo largos y que ha echado de menos sus comidas, su familia y su hogar.
Metiendo ibéricos de bellota envasados al vacío en el hatillo se evitarían este tipo de ‘ataques’ nostálgicos porque al comerlos es como si uno estuviera en su tierra.
2. Un tentempié ibérico nunca viene mal, ¡que el turisteo es muy cansado!
Si viajas a ciudades enormes con mucho que visitar, las 24 horas del día se te pueden quedar cortas.
Entonces…, ¿para qué perder el tiempo en buscar un sitio en el que comer y reposar unos minutos cuando puedes sacar de la mochila el sobrecito de jamón ibérico de bellota, comprarte un panecillo y un refresco en la primera tienda que pilles, y tomar un tentempié ibérico en la calle sentadito en un parque tan tranquilamente?
Así, ni esperas colas ni te arriesgas a pedir algo que no te guste: ¡todo son ventajas!
3. Irse a la cama sin cenar no mola…
Los españoles tenemos unos horarios particulares -¿o los horarios particulares (raros) son los de los demás? 😉-. Vamos a nuestro ritmo, sin prisas, y las sobremesas de cháchara nos encantan.
Si nos dan las nueve y pico de la noche sin cenar, ¡no pasa nada! A esa hora fijo que nos sirven en cualquier restaurante sin que nos miren mal.
Pero ojo en otros países, que si nos descuidamos, nos vamos a la cama sin cenar -y si apuramos, sin comer-. Porque estamos tour viene tour va. Y ahora esta iglesia. Luego esta plaza. Exprimimos el día de playeo…
El caso es que se va pasando el tiempo y nosotros sin enterarnos. Sólo nos percatamos cuando el estómago empieza a hacer ruidos extraños, nuestros pies no pueden más, miramos el reloj y decimos: ¡mecachis!
Recogemos rápidamente el campamento y vamos en busca y captura de un sitio donde ‘repostar’. Si tenemos suerte, encontraremos algún establecimiento abierto en el que poder picotear algo y, de no ser así, nos estaremos acordando toda la vida de ese paquete de finas lonchas de jamón ibérico de bellota que teníamos en la nevera y que estuvimos a punto de guardar entre la ropa. ¡Ay! En bocadillo nos hubiera sabido tan rico…
4. Es el mejor regalo para tu colega que estudia en el extranjero.
Tras planearlo durante meses, ya es verano, es tu tiempo off y la hora de visitar a tu colega que estudia en el extranjero.
Él ha encargado una serie de cosas a su madre y tú vas a ser quien se las acerque. Lo que no se imagina tu amigo es que las madres son eso, ¡madres! Todo les parece poco, y cuando estás viviendo solo y lejos tienen ese comecome de: ¿estará pasando hambre?
Así que, además de lo que su hijo la ha pedido, ha colado un kit de ibéricos de bellota con su jamoncito, su chorizo, su paleta ibérica y otras delicatessen, que cuando llegues a su piso, abras el macuto y lo vea ¡se le van a saltar las lágrimas!
¡No hay morriñas que los ibéricos de bellota no curen!
5. Ante presupuestos ajustados, ¡piscolabis ibéricos!
Que las vacaciones dejan el bolsillo bajo mínimos es algo con lo que ya se cuenta de antemano. Que si alojamiento. Que si transporte. Que si un souvenir. Que si comer por ahí….
Al final se juntan unos cuantos gastos a los que hacer frente y damos una alegría a la cartera, que, por una parte, bien dada está. Total, es una vez al año y hay que pasárselo bien.
Pero para que el presupuesto no se descontrole por completo -que el verano es muy largo-, una opción es intercalar las comidas en locales finolis con algún que otro piscolabis ibérico.
Saborear unos trocitos de chorizo o de salchichón puede ser un planazo cuando no haya mucho tiempo que perder, los restaurantes de la zona no terminen de convencer o justo al lado haya un entorno agradable en el que almorzar al aire libre.
6. Los reencuentros de verano con amigos sin ibéricos no son lo mismo.
¡No tienen nada que ver! Los que tenemos pueblo, lo sabemos. Y muy bien.
Resulta que, después de mucho pensar en ellas, tienes tus merecidas vacaciones de verano. Con tus bártulos a cuestas, te pones en carretera con el coche a rebosar en dirección a tu querido pueblo que, durante el año, está vacío, pero que en julio y agosto llega incluso a quintuplicar su población.
Es la época en la que la gente va allí de veraneo, todo son reecuentros con amigos, primos y demás family, los abuelos -que son los que suelen vivir allí- están más contentos que unas castañuelas, y los niños se lo pasan pipa jugando en la calle y ‘tomando el fresco’ por las noches.
Y claro, las quedadas se dan día sí y día también: en las bodegas, en los merenderos y en los jardines. Pero…, ¿qué sería de estas reuniones sin una buena barbacoa de carne 100% ibérica de bellota y sin una tabla de embutidos ibéricos a modo de aperitivo en lo que la carne de la brasa coge el punto adecuado?
Por no hablar de la merienda de los peques, que entre piscina y carreras de aquí para allá, gastan mucha energía y con un poquito de jamón ibérico de bellota acompañado de un sabroso pan hecho en horno de leña no sólo van a poder disfrutar de un manjar como pocos hay en la vida, sino que también van a recargar pilas de manera saludable.
7. Que el turismo gastronómico está guay, pero tener un plan B es importante.
Desde luego que cuando te vas de vacaciones a lugares nuevos, una de las formas más chulas de descubrir su cultura es a través de la gastronomía local.
Probar la cocina y platos típicos es algo altamente recomendable, pero al ser sabores diferentes a lo que se está acostumbrado, puede que no terminen de gustar del todo e, incluso, sienten mal.
Por eso, tener un plan B que consista en unos paquetes de embutidos ibéricos para cuando se llegue al hotel puede evitar ‘apuros culinarios’ que surjan durante la marcha.
Que además no ocupan espacio y como están envasados al vacío, no manchan, no huelen y, sin embargo, el sabor y la textura se mantienen intactos.
Estamos convencidos de que después de leer estas siete razones -podríamos seguir con muchas más- por las que llevar ibéricos de bellota envasados al vacío en los viajes, a partir de ahora el jamón y los embutidos ibéricos de bellota pasarán a ser los imprescindibles en tu maleta.
O quizás ya lo sean porque, curiosamente, mientras escribíamos este post nos hemos topado con una encuesta recién publicada que revela que los españoles ven como un básico meter jamón ibérico de bellota en el equipaje ¡porque la vitamina ‘J’ tiene que estar en la dieta diaria!
Y en Cerdoh! no podemos estar más de acuerdo 😉